martes

Alma dormida

Me tendí sobre la hierba entre los troncos
que hoja a hoja desnudaban su belleza.
Dejé el alma que soñase:
volvería a despertar en primavera.
Nuevamente nace el mundo, nuevamente
naces, alma (estabas muerta).
Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:
tú dormías, esperando ser eterna.
Y por mucho que te cante la alta música
de las nubes, y por mucho que te quieran
explicar las criaturas por qué evocan
aquel tiempo negro y frío, aunque pretendas
hacer tuya tanta vida derramada
(era vida, y tú dormías), ya no llegas
a alcanzar la plenitud de su alegría:
tú dormías cuando todo estaba en vela.
Tierra nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro...
(Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!)





miércoles

Luz de tarde

Me da pena pensar que algún día querré ver de nuevo este espacio,

tornar a este instante.

Me da pena soñarme rompiendo mis alas

contra muros que se alzan e impiden que pueda volver a encontrarme.


Estas ramas en flor que palpitan y rompen alegres

la apariencia tranquila del aire,

esas olas que mojan mis pies de crujiente hermosura,

el muchacho que guarda en su frente la luz de la tarde,

ese blanco pañuelo caído tal vez de unas manos,

cuando ya no esperaban que un beso de amor las rozase...


Me da pena mirar estas cosas, querer estas cosas, guardar estas cosas.

Me da pena soñarme volviendo a buscarlas, volviendo a buscarme,

poblando otra tarde como ésta de ramas que guarde en mi alma,

aprendiendo en mí mismo que un sueño no puede volver otra vez a soñarse.

Luz de Luna